8 de Agosto: Collares de coral y mariposas amarillas en Juan Dolio
Para desayunar panecillos con café y leche. Antes de que viniera Blanca a buscarme para ir de compras, he estado sentado en la calle disfrutando del ambiente de cada mañana que alegran las amas de casa lavando y comprando por aquí y por allá. Pasamos primero por el Politécnico. Una loca, en medio de la calle, nos ha tirado una piedra gorda. Tomamos después la ruta alternativa Benito-Parque para llegar al Parque Enriquillo.
En Enriquillo tomamos un bus al mar. Como más al este, al oeste o al norte vas, más bonito es el paisaje en Dominicana. Lo mejor de la isla son las playas, pero el verde de la selva y de las palmeras, en cualquier rincón del país, no tiene tampoco desperdicio. También hay grandes árboles con hojas rojas en Santo Domingo, pero siempre vale más la pena huir de la capital.
La playa de Juan Dolio no cuenta con arena tan fina como la de Boca Chica pero también es una buena playa en la que se puede pasar una buena tarde esperando la puesta del sol. Hay en ella muchos pequeños negocios, casitas, colores, azules, anuncios… Todos nos ponemos trenzas. Suena Toni Sanz y Johnny Ventura. Muy cerca está la Playa de la Morena a la que llegamos a pie por la orilla del mar. Allí una niña nos enseña las diferentes especies de peces que podemos encontrar en estas aguas. Destacan sin duda las panteritas, unos pececitos de rallas amarillas y negras.
Descanso para comer un menú copioso: carne de res con salsa picante y asopao, plátano verde sancochado, spaghetti y papilla de avena. Antes de partir de vuelta jugamos una partida al dominó a dos cientos puntos con los niños que nos han venido siguiendo durante toda la mañana. Se nos presentan los limpiabotas: Joan, Willy, Quinito y Pedro “el Robadillo”. Me han gritado muchas veces "¡Alemán, ven pa'ca!"; me ha hecho gracia e ilusión. ¡Qué más! Camino a Santo Domingo no puedo dejar de memorizar las altísimas palmeras que rodean la carretera hasta llegar al mar, los colores cambiantes del mismo mar y del gran cielo… Tampoco puedo olvidar la amistad y el cariño ofrecido por los vendedores de collares de coral y la intensidad de las mariposas amarillas sobre las rocas que yacen sobre la arena.
Por la tarde, una vez más disfruto de una de mis actividades favoritas que es pasear por encima del Puente Duarte, una experiencia gravada por mi cámara. Desde allí se divisa y fotografío el barrio y las chavolas de la gente que me han acogido como a un hijo en este país de belleza y sentimiento.
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