Eduardo Galeano parla de Roque Dalton
“Roque Dalton hacía reír a las piedras. Era el menos solemne de todos nosotros, y también a la muerte le tomaba el pelo. Así que no voy a ponerme, ahora, a escribir en su memoria una necrológica de cartón húmedo de lágrimas.
La muerte cuando uno se entera con tanto atraso. No vibraron los teletipos de las grandes agencias internacionales para informar del asesinato del poeta.
Estaban ocupadas, supongo, con los percances sentimentales y financieros de Jackie Kennedy o alguna mierda así. Ya se sabe quién maneja la información en América Latina. Las máquinas de mentir no dedicaron ni una línea a la muerte de Roque. Este escritor no había nacido en París, ni había sido bendito en Europa. Venía de un país centroamericano y chiquito, que él llevaba tatuado en todo el cuerpo. Allí acabó acribillado a balazos.
La poesía de Roque era, como él, cariñosa, jodona y peleadora. En la cara y en la poesía de Roque, una guiñada se convertía en un puño en alto. Le sobraba valentía, y por lo tanto no necesitaba mencionar el coraje. Nada más ajeno a la retórica del sacrificio que la obra de este militante que nada ahorró de sí ni quiso nada para sí.
No precisamos ni un minuto de silencio para escuchar su risa clara. Ella suena alto y siempre, matadora de la muerte, en las palabras que nos dejó para celebrar la alegría de creer y darse” (Eduardo Galeano, en Casa de las Américas, La Habana, Cuba, 1976).
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