domingo, 26 de octubre de 2008

LA INTEGRACIÓN DE LA MUJER MARROQUÍ EN CATALUNYA ANTE SUS DIFERENTES FASES

Catalunya, como importante polo de riqueza dentro del Estado Español, ha sido tradicionalmente un país receptor de inmigrantes, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX. Desde 1950 ha vivido importantes oleadas migratorias que le han permitido un gran crecimiento demográfico y económico. Estos contingentes de inmigrantes, en un primer momento y en su mayor parte, provenían de diferentes lugares de la península ibérica. A partir de los años 70, la inmigración en Catalunya cambia de signo, más incluso que en el resto del Estado, en un proceso más amplio a nivel europeo. La bonanza económica y la proximidad harán de inmediato que población magrebí, que anteriormente sólo pasaba por este territorio de paso hacia naciones más ricas como podían ser Francia, Suiza o Alemania, empiecen a quedarse en el camino y se instalen muy en nuestros barrios y ciudades. Dichos flujos migratorios procedentes del norte de África irán adquiriendo día a día más importancia hasta llegar a la fecha de hoy.

Si concentramos nuestros esfuerzos en estudiar la llegada y adaptación de parte de esta inmigración magrebí, veremos como el componente femenino aumenta a nivel que la presencia general del colectivo también crece en volumen, y esto es en gran parte a las políticas de reagrupación familiar que se suceden con los años. En un principio vendrán las esposas de los primeros inmigrantes marroquíes, pero con el paso del tiempo nos encontraremos incluso con inmigrantes mujeres solteras que buscan mejorar su condición personal, a las cuales deberemos sumar sucesivamente hijas y nietas que ya no cumplirán los mismos preceptos que sus antecesoras. Pese a esto, existen ciertas fases inexcusables en lo que llamamos la integración de la mujer marroquí, en este caso en Catalunya, que pasamos brevemente a mencionar.

En primer lugar, debemos partir de la premisa de que el colectivo de mujeres inmigrantes marroquíes es tan heterogéneo como las sociedades de las cuales proceden. No puede existir, entonces, una mirada única sobre el mismo, sino más bien ésta debe ser diversificada y alejada de estereotipos. Por ejemplo, debemos saber que no todas las mujeres son sujetos de prácticas tradicionales y patriarcales, aunque predomine el cliché machista en sus sociedades de origen. Cada historia de vida es única y forma parte de un proyecto individual de progreso personal en el cual juegan e interfieren conexiones muy diferentes.

Por primera fase de la integración marroquí entenderemos los pasos siguientes a su recién aterrizaje en suelo español. Los inmigrantes llegan con expectativas de obtener mayor bienestar relativo, tanto individual como a nivel familiar o social dentro de sus comunidades de origen. Esto se convierte pronto en un espejismo difícil de disuadir. Desde el primer día de presencia allá donde empieza la Europa continental será fácil comprobar como casi nada es cómo se lo habían contado o cómo lo habían visto descrito en la televisión por satélite. El contacto con las redes étnicas construidas en el país receptor se ocupará de poner las cosas en su sitio. Los primeros contactos deberemos reducirlos al carnicero árabe, las llamadas a la familia desde el locutorio internacional, la relación con la organización religiosa, celebraciones, etc.

Sin duda alguna, a continuación del aterrizaje y del asentamiento primario llega la preocupación por la legalidad, o sea, los papeles. Es aquí dónde se tiene el primer contacto con la administración española en el territorio destino (antes sólo se habían visitado consulados y embajadas), y es aquí donde se precisan mejores políticas de acogida que faciliten información precisa sobre el funcionamiento de las instituciones autóctonas. Durante esta fase las dificultades por el desconocimiento de la lengua común se convierte en el pulso más importante a superar, más en una sociedad en permanente conflicto entre la preferencia de hablar catalán o castellano. Finalmente, llegará una decisión difícil, una situación casi de ruptura o crisis dentro del seno familiar, cuando exista la necesidad de encontrar un trabajo digno para sustentar a la familia. Quizás la mujer pueda plantear colaborar en la economía familiar lo cual a su vez la ayudará a aumentar su grado de socialización. Aquí nos encontraremos con las reticencias del marido.
Los diferentes duelos que acompañan a la mujer marroquí, que son consecuencia del dilema entre conservar su identidad tal cual era o variar sus prácticas religiosas o costumbres, podemos distinguirlos según sean: un duelo por el recuerdo de las causas de la expatriación, un duelo por la familia y amigos abandonados, un duelo por la misma cultura cuestionada, un duelo por la lengua materna, un duelo por el paisaje, un duelo por el estatus perdido o un duelo por haber dejado de ser parte de una comunidad cohesionada. No es lo mismo ser mujer marroquí en Marruecos que ser mujer marroquí en España. Los hijos como canal de comunicación con la escuela, el vecindario y el sistema sanitario se convertirán poco a poco en el mejor recurso e instrumento para invertir tiempo en conocer al prójimo autóctono al que no deja de observarse y analizar.

En general, podemos afirmar que la mujer marroquí empieza a asomarse a la calle sin complejos y a descubrir el nuevo mundo creando su propio microcosmos particular. Muchas mujeres que conocemos se esfuerzan en conciliar sus costumbres y tradiciones con los códigos de conducta de la nueva situación variando sus respuestas de acuerdo con el nivel cultural, educativo y las aspiraciones que puedan llegar a tener cada una de ellas a nivel particular. La evolución actual también queda totalmente condicionada por el proceso vital anterior a su conversión en persona inmigrada y su estigma como tal. Debemos tener paciencia en el tiempo y asumir que no hay recepta mágica común.

La mujer, esto sí hay que tenerlo siempre presente, juega un papel muy importante en la realidad de las relaciones que surgen entre una sociedad emisora y una sociedad receptora del fenómeno migratorio. El enlace entre identidad e integración dependerá, de nuevo y en gran parte, de la capacidad de la sociedad de acogida de tenderles puentes o sentarles obstáculos.
Lo que sirva para la mujer puede servir para toda la familia; o sea que ayudando a la integración de las mujeres podemos integrar a todo un colectivo.

NABILA ATRI KANBOUCH és Mediadora Intercultural
OLIVER KLEIN BOSQUET és Profesor de la URV de Tarragona
(SEPTIEMBRE de 2004)

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