Dedicada a la Escuela Los Quinchos del Barrio de San Judas (Managua)
¿Cómo voy a olvidar los zanjones de lodo de los asentamientos? ¿Cómo voy a olvidar a los chamaquitos y a los chavalos del Barrio de San Judas? Como no, pensaré en las canciones, en las mujeres, las calles, hermanos, compañeros, profesores, trabajadores, vecinos, buses, el polvo y, como no, en el calor de su capital Managua. Cómo podría olvidar pues a toda esa gente que además es mi gente.
Hombres y mujeres duros como la piedra, humildes como los que más, que viven con todo encima cayéndose y que entienden lo que viven que es tan duro como ellos.
Hombres y mujeres que pasean sus cuerpos semidesnudos y mojados por la tormenta y el aguacero de cada tarde, luchadores ante todo, vencidos, algunas veces, pero jamás callados.
La miseria es triste pero más triste es no darse cuenta de nada y vivir como si nada.
Somos pobres y vivimos entre prostitutas, pandillas, violentos, delincuentes, alcohólicos y drogadictos, gente buena, gente mala, y seguimos siendo nosotros mismos, como yo soy un poco de todo.
Y entonces, ¿cómo voy a olvidar la Revolución perdida de un país insignificante?
¿Cómo voy a olvidar el valor y la gallardía de todo un pueblo que, a veces, como yo, se engaña?
El cangrejo de Nicaragua es como la vida misma, como mi propia vida.
Pero hoy, yo he observado o, más bien, me he enborrachado de observar y de compartir tanta ternura y amor que existen, entre tanta mierda impuesta.
Cuando el que menos tiene da, da dos veces, una con el corazón.
Por eso, debemos conservarnos, nunca olvidar, aprender y resistir, cada día, a cada paso.
Como no, General Sandino y Carlos Fonseca Amador, ustedes son mi Nicaragua, yo les admiro profundamente, y no los voy a olvidar nunca jamás.
(VERANO DE 1998)
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