Partiendo de una definición básica del conflicto, entendido como divergencia o incompatibilidad entre objetivos o intereses en pugna en el interior de un sistema, no deberemos olvidar algunas de sus facetas:
el conflicto es un elemento natural en las relaciones humanas;
no tiene porque significar estrictamente algo negativo, es más bien una realidad con la cual nos ha tocado vivir;
generalmente se enmarca dentro de un proceso más amplio y pluridimensional;
la confrontación de objetivos o intereses de que hablamos puede exteriorizarse o no;
no equivale “per se” a violencia;
nunca se puede considerar aisladamente por su propia complejidad.
Vivimos pues en constante conflicto tanto a nivel personal como a nivel asociativo, aunque no debemos permitir por ello que se esos conflictos se engrandezcan o puedan llegar a poner en peligro nuestra propia integridad o la relación pacífica de que gozamos con nuestros vecinos. Existe una doctrina científica que se ocupa de estudiar el conflicto, como hay otras doctrinas que se ocupan de entender el comportamiento humano o las relaciones humanas en sí mismas. Concretamente existe una rama de la mencionada doctrina que estudia el método para analizar los conflictos, fase previa a la gestión o a la transformación de éstos.
Podemos afirmar que del análisis del conflicto dependerá la estrategia de intervención, en el caso de que se pretendan aminorar o erradicar las incompatibilidades de intereses. Luego existen básicamente dos tipos de motivaciones respecto al conflicto: se puede intentar ir a la raíz con el objetivo de solucionarlo o simplemente se puede decidir meter un parche al problema causante de la discordia, o lo que es lo mismo, se puede aspirar a terminar con el conflicto o simplemente se puede intervenir con el objetivo de atenuar sus efectos.
Para solucionar de forma efectiva un conflicto, generalmente se deben haber ganado muchas batallas en el transcurso de un largo camino. El conflicto puede visualizarse como una carrera de obstáculos. Para llegar a la meta o al final del camino estamos obligados a superar dichos obstáculos uno tras otro, empezando por el primero y terminando por el último. Ésta es la visión menos compleja de un conflicto que discurre en una lógica lineal, pero también puede darse el caso, efectivamente, en el que se produzca el conocido “efecto Alzamora”, o lo que es lo mismo, el caso del motociclista que es capaz de proclamarse Campeón del Mundo de Motociclismo en su cilindrada sin haber ganado anteriormente ningún Gran Premio durante toda la temporada. En el primer caso lo que prevalecerá será la perspicacia y el esfuerzo constante del atleta, y en el segundo convendrá ser mucho más sutil e inteligente con una programación a largo plazo gracias a la regularidad calculada. En ningún caso deberemos olvidar el mensaje extraído de la parábola de la tortuga y la liebre.
La realidad de los conflictos siempre supera a cualquier análisis previo posible por lo que se deberá estar preparado para cualquier tipo de imprevisto o sorpresa de última hora. El conflicto en sí resulta un cúmulo de oportunidades por lo que nos será imposible cerrar conceptualmente la situación determinada en el momento en que aún no hayamos decidido enfrentarnos a la misma.
Desde el punto de vista hasta ahora formulado se debería apostar rotundamente por un esfuerzo centrado en deslumbrar las raíces de cada situación, ya que de identificarse, éstas nos ayudarían a darnos cuenta en su coincidencia a lo largo de la historia y en sus diferentes contextos internacionales. Entonces es cuando podemos actuar mediante la prevención. Creemos, algunos, que más de las dos terceras partes de los conflictos internacionales responden a unas coordenadas de exclusión económica o, al menos, esas coordenadas son una de las partes fundamentales de dichos conflictos. Hoy en día, se considera que todos los conflictos son multicausales, a lo que debemos añadir la influencia que sobre los conflictos ejercen tanto la ubicación geográfica, como la historia o la cultura del mismo. El hambre, como dice el Premio Nóbel de la Pez Alfredo Pérez Esquivel, representa una de las peores violencias que se producen en el mundo, y al respecto existen muchas medidas posibles encaminadas a paliar el sufrimiento de grandes sectores de la población. Sin ninguna duda, una sociedad más justa y con unos recursos económicos mejor redistribuidos, se convertiría en una sociedad con menor probabilidad de conflicto. De la misma forma que ante un frenazo en la carrera de armamentos y la puesta en duda de los soportes culturales que contribuyen a que exista una “mitomanía sobre la figura del guerrero”, el conflicto podría quedar tan sólo en una discusión acalorada sobre cualquier punto en desencuentro.
La regla máxima del analista en conflictos podría resultar hacer un buen uso de su capacidad para fragmentar. En este contexto existen tres elementos centrales a desagregar dentro de cualquier hipotético conflicto. Cuánto a los ACTORES, deberemos saber identificar a los grupos y personas involucradas en una primera fase, para más tarde procurar entender la percepción que del problema suscitado tienen los mismos. De ahí que hablemos siempre sobre la necesidad de realizar ejercicios destinados a promover la empatía; o sea, la capacidad de meterse en la piel del prójimo. El segundo elemento a considerar en un conflicto es el PROCESO. Nos referimos al proceso como parte de la dinámica del conflicto bajo observación. Por ejemplo, un hecho que podría derivar en conflicto latente podría tratarse en un momento dado de un eslabón perdido que formase parte realmente de un ciclo mucho más grande. Finalmente, deberemos describir el PROBLEMA. Hablamos de delimitar temas y asuntos que nos incumben; poner en claro los intereses afectados; y, concretar las necesidades básicas de las partes enfrentadas. Paralelamente a lo dicho deberíamos tratar de clasificar el origen, la estructura y la magnitud del problema base. Para realizar un buen análisis de conflictos hacen falta, sin duda, dos recursos indispensables como son la definición y la comprensión. Una vez definida la problemática, teniendo en cuenta un balance de los recursos existentes y utilizables para gestionar, solucionar o transformar el conflicto, deberemos emprender la hazaña de comprender en el sentido amplio de la palabra.
Como decíamos anteriormente, en esta estancia deberíamos comprender en el sentido de saber apreciar cuál puede ser el mayor nivel de negociación asociado a la cultura de un conflicto. Creemos que esto debe ser irreversible: un conflicto construye una cultura alrededor suyo que es parte, a su vez, de la cultura de un pueblo, que, al mismo tiempo, puede sufrir dicha situación desde fechas inmemoriables. Entonces resulta de vital importancia el hecho de poder aproximarse a las diferentes culturas del conflicto; observar cómo se discute o cómo se pelea entre las partes; y, de todo ello, aprender. Tanto la técnica que nos pueda servir en la construcción de nuestro análisis cómo la experiencia acumulada en la constatación de la vida cotidiana de los hechos, y más específicamente en este caso, nuestro acercamiento real y físico, a las zonas abiertas de conflicto, nos podrán ayudar mucho a la hora de dar en el clavo en la interpretación de la realidad. Es precisamente en este punto donde nos hallamos ante uno de los episodios más difíciles dentro del trabajo relacionado con los conflictos: ¿cómo debemos empezar a tratar el tema en el terreno? No en vano la respuesta a esta pregunta formaría parte de otro episodio de nuestro cuento.
Para finalizar mis reflexiones sobre el conflicto y su análisis, no me quedaría más que parafrasear a uno de los más insignes sabios sobre la resolución de conflictos, Jean Paul Lederach: “el conflicto debe plantearse según dilemas o según contradicciones, siendo preferible el primer camino”. Volviendo a los ejemplos antes citados, nuestro objetivo irrenunciable como analistas debería ser convertirnos en Campeones del Mundo en la Resolución de Conflictos sin renunciar nunca a ganar también algún Gran Premio, que es la forma de ganar bien y con holgura. El ideal nuestro sería poder compatibilizar al máximo los intereses enfrentados a partir de entender la resolución de conflictos como la posibilidad de abrir una puerta blindada con el desconocimiento previo de la llave exacta que puede ayudarnos a dicho efecto.
Cambrils, octubre 2003
DIARI ÍNTIM PERÒ PÚBLIC. En aquest blog vull parlar sobre les coses que observo i em preocupen, perquè les estimo: el temps que són els dies que passen i cal aprofitar; les persones que es creuen amb mi; i, finalment, els països, pobles, indrets, racons... que descobreixo poc a poc. Nascut el 1976, soc Professor de Ciencia Política a la Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona. Tambe soc Regidor i Portaveu del Nou Moviment Ciutada (NMC) a l'Ajuntament de Cambrils.
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1 comentario:
Molt be, Oliver; m'ha agradat força. Salut!
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