El contexto dominicano
Antes de iniciar mi viaje a Santo Domingo leí dos libros que me marcaron profundamente y que me ayudaron a entender la idiosincrasia de este país: Over, de Ramón Marrero Aristy, y ¡Buen viaje, Pancho Villa!, de Pedro Mir.
El libro de Marrero Aristy desmitificaba la etiqueta de las tres eses que sigue arrastrando la Dominicana: “sun, sea and sex”. El libro se centra en la figura de Justo Morales, “un noble y hospitalario dominicano” de la región del Cibao, la más pura del país según los propios dominicanos. El libro nos describe cómo es la vida en un batey, o lo que es lo mismo, un centro de recolección de caña de azúcar. La palabra Over, precisamente, viene de un vale especial de compra utilizado dentro de los bateyes para que los trabajadores puedan subsistir y gastarlos dentro de ellos mismos. Aún hoy en día existen bateyes en todo el país, principalmente ocupados por haitianos que huyen hambrientos de su país durante el periodo de recolección, cuya discriminación laboral y por cuestión de raza causa la denuncia constante por parte de ONGs de todo el mundo. Según la novela de Marrero Aristy, el batey de que hablamos está infectado de suciedad, animales merodeando junto a los trabajadores que sufren terribles enfermedades, como la sífilis, debido al consumo descontrolado de alcohol, ron, y condiciones laborales que rayan el esclavismo. Durante la novela se describen los caracteres principales de la sociedad dominicana. “Palabras picantes y gordas razonan la música y la vida cotidiana”. “Parece que la vida cabe en un vaso de ron”. “Borrachos de música y de ron”.
En el batey hay aproximadamente treinta casas construidas con lo que pueda servir para componer y techos de cinc, habitadas por “mañes” o “congós” (haitianos), “cocolos” (los naturales de las islas inglesas del Caribe, por ejemplo San Kits o Barbados) y los dominicanos más míseros del país. Los puertorriqueños suelen decir de los dominicanos que “hablan mucho y hacen poco”. Lo que sí les gusta, y yo lo puedo confirmar, es el buen comer y el buen beber. Es corriente ver como muchos trabajadores se ponen “borrachos hasta llorar”. Y, como no, como en toda la isla, encontramos música y sensualidad por todo el batey. Una música y una sensualidad, en todos los casos, descontrolada: “Una mulata se me acerca pidiéndome, sin rodeos, que le compre algunos fritos de los que vende una vieja negra que fríe del lado de afuera. Eduardo fue con otra a un lugar apartado a brindarle un trago, y al ver cómo las caderas de su compañera se mueven al andar, no puedo dejar de pensar que estas mujeres, a pesar de su hambre y de todo lo demás, tienen buenas carnes”. “Para reposar el hombre necesita mujer”. Aunque sea prostituta.
Ocho dólares y algunos centavos al día, que son muchas horas, vale el trabajo del negro en el centro y en el sur de la República Dominicana, sobre todo en Barahona. “Cuando llegan al batey central, los pobres negros no saben lo que se trata de hacer con ellos. Están molidos, indefensos, y se reúnen en rebaños. Entonces son repartidos. En un canal de alambrada pues encerrados como ganado, vigilado por los policías del central que rondan ajijuntos, armados de revólveres y machetes, son contados y apartados para ser remitidos a las diversas colonias”.
El pesimismo invade la novela de Marrero Aristy. “¡A nosotros nadie nos salvará! Yo me he sentado en la cama del Presidente de la República; he vivido entre gente de posición; he vivido en otro mundo soñando y creyendo que ocuparía un puesto digno en la vida, y sin embargo he venido a parar aquí. He tomado este torcido camino, y heme ahora soportándole las humillaciones a estos cerdos adinerados, menos que una hormiga, insignificante como cualquier cucaracha, ¡un cero en la vida!”. “¡Hay que beber hasta reventar! El fuego de este sol, la uniformidad desoladora de estos cañaverales sin fin, sin pájaros, sin árboles, sin montañas; el grito de la conciencia que no nos deja dormir, el deseo contenido de hacernos justicia dando un golpe feroz para demostrar que merecemos atención de alguien, todo eso nada más se puede ahogar en una catarata de ron”.
“Ustedes tienen esperanzas. Tienen porvenir. Su pueblo es libre. Pero llegará el día en que los grandes capitales tendrán que darle al pueblo lo que le pertenece, y devolverán buena parte de los millones que se han llevado a costa de las inmigraciones de esclavos y del nativo desorientado y abandonado. En la guerra quedó demostrado que el fusil manejado por el blanco y el fusil manejado por el negro, son igualmente poderosos, y eso ha debido sacudirles, servirles de ejemplo para comprender que no hay razas superiores ni razas inferiores”. “No sólo de pan vivirá el hombre!”
El libro de Pedro Mir, uno de los grandes poetas de la República Dominicana no es, ni mucho menos, tan duro como el anterior. En él se hallan dibujos del pintor Grillo Pérez. Se subtitula “Memorias de un marinero” y nos habla de la efímera existencia de Pancho Valentín en Campoflorido, un lugar imaginario, “navegando por la vida”. Creo que la obra de Mir está muy influenciada por el surrealismo mágico que durante muchos años dominó el panorama de la literatura latinoamericana. He aquí algunos ejemplos de ello: “No hubiera querido saber para quién fue abierta esa ventana… para el vuelo de qué sueños… para la visión de qué fantasías… para qué espera… una existencia destinada a la brevedad de su destino, que lo acepta, que lo certifica, que lo celebra, al mismo tiempo apura a perpetuarlo, una contradicción…”
Como Pablo Neruda, Mir “ama el amor de los marineros” y en su obra nos traslada una filosofía de vida que pertenece a la Dominicana: “no era el fin porque cuando no hay salida, el fin ya no es una salida… y a veces es la mejor de todas”. En esta filosofía de vida hay mucho de resignación, debido quizás al sentido religioso de la sociedad dominicana: “mi marido se toma sus tragos y yo tengo que estar cerca de él”. Mir nos describe aspectos más cotidianos del país y de sus gentes, y en su libro empiezo a adentrarme en el país a través de la Carretera Duarte, el Parque Colón, la Calle El Conde, “La Cafetera”, “la esquina 42 entre la Avenida Duarte y Mella”, el Barrio de La Mina, el Barrio de Los Pajaritos… Mir también nos introduce a la vida de los dominicanos en Nueva York a través del compatriota Danilo Valdez. Exilios en México también tienen cabida. Y sus consecuencias: “medio extranjero en mi propio país, con mujer extranjera a cuestas y una hija de muy pocos años ante un panorama alarmante”.
Mir nos narra una “existencia”. “Pancho Valentín jamás recibió la más leve herida de su amigo Danilo Valdez… Y es como para preguntarse si es necesario exigirle algo más a la vida, para considerarla bellamente vivida…”. Como dice Neruda “los marineros besan y se van”. Predominan los valores de la amistad, la alegría, el placer… frente a la tristeza, la miseria y otros obstáculos que también existen.
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