CAPÍTULO 12: ENTRE SAN JUDAS Y CHAGÜITE BLANCO
En el día de hoy Albert me viene a buscar a la casa, ya que está más acostumbrado al camino, y vamos juntos, bien pronto, a cambiar dólares por córdovas, en la casa de una señora que se dedica a ello: en total, entre la espera, el café, la parsimonia, dos horas para terminar la operación.
También ahora me doy cuenta de que mi presencia ha causado cierto revuelo o controversia entre la vecindad. Uno nunca se da cuenta a la primera de cambio sino con el paso de los días. En principio, a Chagüite Blanco, en La Trinidad, debían sumarse dos chicas mallorquinas al grupo que finalmente no llegaron; a lo cual se sumó la baja de Alberto que se quedó trabajando en España. Ello descompensaba los dos destinos y su presencia extranjera: seríamos finalmente seis blanquitos o “cheles” que nos quedaríamos en Los Quinchos, por quatro miembros más de las brigadas que marcharían hacia el departamento de Estelí, a parte de la Coordinadora de los Campos de Solidaridad, Violeta, y el Director de la ONG con la que nos encontramos, Setem, que se llama Toni, que aprovecharán para visitar todos los proyectos de su entidad, así como otros instalados en la misma Nicaragua, como pueden ser los de Chacra Seca, y también otros residentes en Guatemala, Honduras y El Salvador. Es de esta manera que los organizadores de los campos de trabajo me han pedido que la primera semana que entra viaje a apoyar a la gente de Chagüite, en las montañas, entre otras cosas para no dejar solo a Marcel, como único macho entre mayoría femenina. A esta decisión, fruto de diferentes coincidencias, nunca le dejaré de estar lo suficientemente agradecido, ya que me ayudará en poco tiempo a comparar el estado diferente de la ciudad y del campo, por lo tanto con diferentes necesidades, en un mismo país subdesarrollado.
Camino de Chagüite, en la furgoneta, podremos hablar con los que me acompañan sobre los múltiples proyectos que se están llevando a cabo, con mejor y peor suerte, en este país, desde las piscifactorías de almojarras (un pez muy típico de la zona), hasta todos los comedores populares y proyectos nutricionales dirigidos a la infancia que proliferan allende. Estamos de acuerdo en el hecho de que “proyectos pequeños, uno al lado de otro, pueden ayudar mucho”, pero, claro está, siempre que estén bien coordinados. Tenemos también la abundancia de apadrinamientos de niños, con becas para realizar la educación primaria, que cuestan una inversión de alrededor de cincuenta dólares al año, y los microcréditos donados a las mayoritariamente emprendedoras femeninas que quieren abrir negocios del tipo de cafetines, pulperías o peluquerías. Es este un buen momento para hablar de los proyectos a apoyar durante nuestra estancia y discutir sobre la eficiencia en sí misma de la cooperación internacional al desarrollo.
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