CAPÍTULO 18: LOS ALREDEDORES DE LA TRINIDAD Y CHAGÜITE
Hoy vamos a salir de Chaguïte y La Trinidad para visitar varios proyectos que existen en la misma región. Es cuando conocemos mejor los pormenores del trabajo que lleva a cabo Maru. Por ejemplo, el tema de las becas se viene fraguando desde hace más de dos años por la comunidad, y ahora verá sus frutos, pero aquí no se acaba ni mucho menos su mano creadora y multiplicadora. Me alucina, durante la noche que hemos pasado en su casa, ver el conocimiento que tiene de la geografía humana y política de los países de América Latina contando en su biblioteca libros de cabecera entremezclados como son La Biblia y las obras de Fidel Castro o Che Guevara.
Llegamos pues a Estelí, dónde nos encontramos al ingeniero de caminos que nos va a informar sobre el estado de las negociaciones para lograr el alargo de la carretera que sube a Chagüite. Luego pasamos por la Casa de Nicaragua para conocer más en profundidad el caso de los catalanes accidentados. Nos encontramos allí a otro grupo de Setem de Valencia que están trabajando en la refundación de un dispensario no muy lejos en la misma ciudad. El objetivo desde la Casa es unir y dinamizar a las gentes de su barrio. En la misma esquina se encuentra un campo de futbol donde practicamos un poco de mi deporte favorito, y demasiado rápidamente ya he sido rebautizado como Oliver Aton (la animación japonesa que ha pasado a ser universal). ¿Dónde se encontrará Bengy Price?
Ha sido un día intensísimo, de coche para arriba y coche para abajo. Sólo al llegar a la morada de mi compadre Don Tito Ruíz Obregón, que me ha venido a buscar hasta El Cafetín, podemos disfrutar del aire frío que silva en nuestro rincón habitado del mundo, y del silencio que lo acompaña. Hoy por la noche, escuchando su difícil castellano, y manera de expresarse, entre códigos y vergüenzas, he podido deducir que la relación con “cheles” de nuestros amigos chagüitenses se reduce a la propia Maru y a los curas que de muy de vez en cuando la acompañan. Por otro lado he conocido un poco más de la aventura de 1986 del estadounidense Francisco Orozco, conocido por Panchito, llegado concretamente desde Washington, y que colaboró muchísimo en el objetivo de construir las primeras letrinas del lugar. Se estuvo en el poblado más de un año coincidiendo aún con la existencia de combates desordenados en los montes vecinos; él mismo cogió el fusil durante quinces días para ayudar a combatir a los sandinistas en Managua. Dicen que llegó muy gordo y se fue muy delgado, hablando un español que había olvidado generacionalmente. Luego, entre 1988 y 1989, el recuerdo de dos religiosos brasileños, Fernando y Ule, y el de otra monja llamada María de la Paz, son los que se mantienen más vivos entre los pensamientos de mis nuevos amigos.
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