CAPÍTULO 21: ÚLTIMO DÍA DE PLÁTICAS EN LA MONTAÑA
Esta pasada noche hemos organizado nuestro último encuentro nocturno parcial en Chagüite bajo la luz de la luna, sentados en las piedras de delante de la casa de Tito. El rey de las “pláticas” (platicar es el verbo que se utiliza para dialogar, hablar, intercambiar opiniones sobre diferentes asuntos…) en Chagüite es don Pantaleón, que es quien nos acoge en la mayoría de ocasiones cuando no nos reunimos en frente de casa de Tito. Sobre todo durante todas estas noches hemos estado aprovechando para hacer un repaso de todo lo ocurrido durante el día. Hablamos de plantaciones experimentales de papas, pimientos y coles, que están discutiendo los miembros de la cooperativa desde hace más de un año para elevar o fortalecer la producción. Se denota que los que deciden por el resto, por la autoridad que les ha sido concedida, son Luis González, junto con sus lugartenientes Pantaleón y Tito, muy obedientes ellos. Las mujeres cocinan algo mientras ampliamos el repertorio a episodios de la guerra civil, tan cercana en el tiempo, lo que provoca alguna lágrima y alguna que otra emoción descuidada. Cambiemos de tercio: hoy la pequeña de Núria ha perdido el bolso con el cual va a la escuelita y toda la familia está muy apenada porque no hay como substituirlo.
Otro tema que me lleva reflexionando estos últimos días es el de la parsimonia y del protocolo de las visitas en Nicaragua, ya sea en casa de rico o en casa de pobre. Se entiende que dichos encuentros se usan con el objetivo de cultivar un sentimiento de proximidad e intercambio, a lo que hay que sumarle la hospitalidad, sentimiento de pertenencia a una comunidad misma integrada, y a la solidaridad emergente. Se sirve siempre un café al invitado, ya lo haya pedido o no, en primer lugar al varón y luego a la hembra. Si sobra algo del mismo y de los pastelitos que puedan llegar a acompañar el café ello se destina a los niños o jóvenes que puedan andar por ahí cerca, los varones primero y las hembras segundo. Las mujeres de la casa son las últimas en casi todo y además deben servir y luego recoger, en todo caso con ayuda de los niños; caso de Araceli, Yanette y Marley, descendientes de Pantaleón, y los asiduos Franklin, Yaidín y Yaisín. Me dicen que no es el único lugar en el mundo donde pasa esto.
Hoy desayuno, al lado de doña Justa, frijol chamagüe (blanco y tierno), que es una excepción, y enchilada de queso, lo que se parece mucho a una cuajada. Parece día de despedida. Efectivamente toca volver a bajar a La Trinidad, y a medio camino, por fin, empieza a llover a raudales. Los campesinos se ven contentos a lo largo de todo el camino y también en la población: se beneficiarán las plantaciones de chilla y linaza que abundan en esta época. El que debe estar contento especialmente es Pantaleón ya que en El Potrero tiene unas buenas tierras con su socio Julio Antonio.
En la cabecera municipal hoy estaba prevista la Procesión de la Virgen de la Candelaria, y finalmente sale a la calle pese a la tormenta, con la música de las guitarritas y los guitarrones de los músicos habituales y las viejecitas de negro lloronas. Ello me sirve para hablar de la presencia de religiosos que han dejado huella en la zona: empecemos por el español Padre Santiago que pasó una larga temporada en Las Correderas; el Cardenal Obando, azote del primer sandinismo, expulsó recientemente a otro cura español, el Padre Evaristo, y a un religioso belga que tenía muchos seguidores; el Padre Lucinio, también español, había apoyado mucho los proyectos de recuperación de la medicina natural; luego están los famosos curas irlandeses que también acabarían expulsados de Condega… Ello es la Teología de la Liberación en casi todos los casos mencionados, al servicio de los pobres, para los pobres, enfrentada a la jerarquía de la Iglesia Católica, o sea al señor antes mencionado como Obando.
En esta retirada gradual me fijo en el campesino nica que es rudo o quiere aparentarlo, y la nica, sensual y delicada, quizás excesivamente delicada. Su sinceridad o parquedad en palabras está puesta en entredicho desde tiempos de la colonia, en lo que se conoce como cultura del “güegüense”: si preguntas o pides algo, obtendrás casi siempre un “sí, como no” por respuesta, pero más allá quizás te resulte difícil de vislumbrar el sentido mismo de dicha expresión. Hay que ir con cuidado con el hombre blanco que tantas veces nos ha engañado, aunque le podemos dedicar una dulce mirada llena de pena.
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