CAPÍTULO 37: VISITA A LOS COMEDORES POPULARES
Las CEBS han organizado una red de comedores populares en Managua y sus alrededores que son conocidos popularmente bajo el nombre de “ollas”, debido a los inmensos pucheros con los que allí se cocina. Se calcula que se llega a alimentar a ochocientos niños y mil personas en total, a raíz de la colaboración de unas ciento veinticinco personas. La financiación proviene en la mayor parte de asociaciones cristianas de Holanda, Inglaterra y Alemania, aunque encontramos sellos de ayuda de la ciudad española de Huelva y de México DF. También apoya el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas, junto al Fondo Nica de Niñez y Familia, que estimula el valor de la alimentación de las ollas entre los más pequeños, hasta llegar a los seis años, cuando se es más vulnerable a la desnutrición.
Las “mamitas” incansables, sobradas de peso y con gran humor, tales como Doña María o Doña Vilma, hacen posible crear este oasis de amor. Se cuenta para ello con una buena organización en donde existen las diferentes comisiones voluntarias, según sean de preparación de comida, limpieza, compra y educación. Cuando se puede se organiza alguna fiesta con piñatas y repostería para los niños, y otras veces se dan otras actividades que fomentan el aprendizaje. La filosofía de las “ollas” es parecida a la del trabajo voluntario sandinista, que se conoce bajo la expresión coloquial “hacer un rojinegro” (los dos colores de la bandera del FSLN), y de esa manera se consigue llegar a Ordino, Ducualt, Jorge Dimitrov, San Rafael, George Andrade, Ducuali, Ciudad Sandino, Los Brasiles, Matagalpa, Granada, Las Zabanetas y El Guapinol, entre otros.
Ver a pequeñuelos comiendo a duras penas con cuchara y vaso, sabiendo de que el hecho de que se encuentren allí mismo resulta un milagro porque de lo contrario estarían en la calle mendigando o en sus chabolas malviviendo, es para mí una experiencia linda e impactante. Así se hacen grandes muchos de los chavalos que luego debido a la vida misma se convertirán seguramente en pandilleros, como los que yo ya conozco, y me respetan, de San Judas. Realmente estos niños indefensos de las ollas, años más tarde, si no hay otra sana alternativa, pueden transformarse en aquellas sombras que hacen que los domingos sean muy peligrosos en la ciudad a partir ya de las cinco de la tarde. Igualmente entre semana no se aconseja a nadie, y menos a un chele, caminar solo a eso de las ocho o nueve de la tarde, y tampoco se deja tomar ningún medio de transporte más allá del último bus de las diez de la noche. El alcohol y la droga hacen su trabajo y suele haber armamento incluido, los mismos morteros que un día veré pasar al lado de mi sien. Tatuajes, pendientes, insultos, machismo, música ruido, jerga. Así como las niñas caen en la prostitución muchos niños se dan al pillaje. Son conocidos como miembros de bandas, maras (el nombre que también se les da en El Salvador, e importadas con la emigración a Estados Unidos) o pandillas. Eso es supervivencia pura.
Se dice que “los niños aprenden lo que viven” en su infancia. Nicaragua se conoce como “un país básicamente de niños y niñas”. Bajo este entendimiento parece fácil ponerse manos a la obra.
Hemos visitado la Olla de San Judas junto al grupo de Setem de Manresa, coordinado por Josep María, que mañana mismo parten hacia Chacra Seca, una población de unos seis mil habitantes, para colaborar en los trabajos de la comarca y del municipio dependiente de la cabecera de León. También ellos pasarán unos días de reposo en San Carlos a orillas del Río San Juan. Bona feina!
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