CAPÍTULO 45: LOS QUE LO HACEN POSIBLE EN LA SOMBRA
A veces hablamos de héroes de la altura del General Sandino, del tipo de Adbeldrim El-Khatabi, Pancho Villa o Robin Hood, otras veces hablamos de los que suelen ser protagonistas, y esta crónica mía reproduce algunos de esos nombres, pero a veces hace falta hablar de aquellos personajes de segunda fila que hacen posible que todo funcione desde su situación en la sombra. En total en la Escuela de Los Quinchos son treinta y cinco personas, muchas de ellas mujeres, sobre todo aquellas personas que se ocupan de preparar la comida para el resto de la comunidad y también limpian todo el recinto. Mi homenaje más distinguido pues a Mercedes, Carmen, Patricia y Yadelin, las más jóvenes; el salvadoreño Ricardo; la muy delgada Rocío, de gafas oscuras; las cocineras Doña Fran, Socorro y Maria Elena Cruz; Doña Ebelin barriendo sin parar…
Pronto se acercará el día de partir y todo lo que nos encontramos haciendo huele a tímida despedida, mis palabras mismas. Alguien ha organizado de nuevo una salida a la playa, en este caso La Boquita, en la ruta de Diriamba, Casares y San Rafael del Sur. Es aquí donde viviré una experiencia de las más especiales en este viaje como es el hecho de conocer y compartir unas horas con tres niños vendedores de collares, entre los cuales destaco a “Coquito”. A lo largo de un buen día, sobre todo los sábados y domingos, puede llegar a ganar cincuenta o sesenta pesos; conmigo hoy sólo lleva nueve, pero creo que después de nuestro encuentro lo del dinero es lo de menos ya que hemos invertido un tiempo escaso en conocernos mejor.
La playa en cuestión, en el Pacífico, goza de unos preciosos acantilados, tiene poca arena y mucha piedra, las olas son muy grandes en comparación con las de los lagos internos. Visitamos un complejo turístico de la época del gobierno sandinista, ahora privatizado, igualmente, como otros, repleto de bares y restaurantes. Hemos comido ensalada, arroz, carne acompañada de puré de papas, coca-cola para beber, y sandía de postre.
Al llegar a “casa”, cansado, vuelvo a mi querida rutina de los primeros días, a mi llegada al país, de ver la televisión, y más concretamente “Los Simpson”, junto a mi “hermana” Lupe. Sentado en mi banco de madera con toda la familia alrededor comiendo carne estofada con la única cuchara de la casa y mi plato reservado de plástico. En la Escuela tienen unos días de fiesta. Parece que toda la intensidad vivida en estos días se apacigua lentamente.
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